domingo, 30 de octubre de 2011

¿Secretos inconfesables?

Llega el momento de la explicación, algo más o menos así: "Bueno.... sí, me gusta... -bajo, casi un cuchicheo, una confesión-...., ¿vienes conmigo?", cara rara de mi oyente y mirada suspicaz, quizá buscando la marca que delate que debajo de mis 27 años cumplidos esconda, cual Berlusconi pero en Vallecas, la marca que delate mis, según veo que empieza a pensar, 89 años o más.

Esta situación solía producirse -afortunadamente mis dos compañeras de blog tienen gustos parecidos a los míos- cuando intentaba que alguien que no sea de este reducido grupo me acompañara a escuchar música clásica. Todavía me sigue pasando en cuanto intento ampliar el círculo y es que, ¡ay, Fernando Argenta!, me da que tus intenciones, aunque buenas, no terminaron de cuajar.

Sin embargo, y a pesar de topicazos tipo 'la música clásica es para viejos' o el que hace poco me dijeron: 'para que vas a escuchar 'eso', teniendo a Coldplay por España', -amigos, también me gustan los Rolling Stones o U2, no hay que excluir ningún estilo de música- hoy vamos desde este humilde espacio a quitarnos los miedos hacia los clásicos, porque ¿quién no ha taradeado más de una vez a Mozart, Beethoven o Tchaikovsky?

Paso uno: fuera tópicos. Que no, que no es cosa de viejos, los clásicos son para todas las edades y con poquito que te guste el cine o las series de televisión verás que no son tan 'extraños' como te piensas [pinche en las imágenes para ver los vídeos].

Paso dos: manos a la obra. Lo mejor es empezar por lo seguro, así que vamos con el cine. En la película 'Recuerdos', Woody Allen aseguraba que: "No sé mucho sobre música clásica. Durante años pensé que las Variaciones de Goldberg eran algo que el Sr. y la Sra. Goldberg intentaron en su noche de bodas". Sin embargo, con sólo escuchar la escena en la que Hannibal Lecter se escapa en 'El silencio de los corderos', podremos evitar las lagunas de Allen.

No sabemos cómo le sentaría, pero desde luego parece que Bach es el rey entre los malvados del cine. Así que ya saben, si quieren meterse en el pellejo de Hannibal Lecter o disfrazarse el 1 de noviembre de los malvados por excelencia de la Historia, los nazis -como cuando tocan Suite inglesa nº 2 en 'La lista de Schindler'-, no se olviden hacerse escuchar con esta música:

Y si prefieren algo más psicodélico, Beethoven es el autor más solicitado por los chicos de 'La naranja mecánica'... Bueno él y el dar palizas a la gente:


Pero no se crean. Los 'buenos' también son unos aficionados a la buena música. Y es que ¿qué mujer se resistiría a los embrujos de 'Los cuentos de Hoffmann' de Offenbach? La banda sonora de la historia de amor entre Guido y Dora en 'La vida es bella'. Pero no es la única. ¿A quién no le gustaría que Robert Redford le lavase en cabello en plena sabana? En 'Memorias de África', junto con la bucólica banda sonora de John Barry, Pollack puso en el gramófono del 'rubio de oro' a Mozart y, de ambos, se quedó prendada Meryl Streep -te entendemos querida-. Y luego también existe el amor a la profesión, ese que culmina por ejemplo, no sin dificultades, el actual 'Tintín' y para muchos de nosotros el eterno 'Billy Elliot'.



Tercer paso. Sólo queda disfrutar en directo de un buen concierto en directo. ¡¡Buen café y mejor música!!

viernes, 28 de octubre de 2011

Autor, Autor

Cuando uno surca el mundo virtual se expone a varios riesgos. Uno de ellos es que en la red todos podemos enmascararnos tras el anonimato y convertirnos en quien queramos ser. Ese incógnito en el ciberespacio nos identifica a todos. Por primera vez en la historia existe una esfera social donde la Igualdad se alcanza de pleno (siempre que se tenga acceso libre a Internet, que esa es otra cuestión).

Con esto no quiero decir que al navegar por el ciberespacio estemos predispuestos a la simulación. Simplemente, resulta muy fácil ‘inflar’ nuestro currículum, ‘adornar’ nuestros perfiles con destrezas que no son tales o, sencillamente, ‘omitir’ nuestros defectos.

Frasier y Niles, 'enmascarados'
en el episodio 10 de la Temporada 11
Dicho lo cual, me gustaría compartir una experiencia cuanto menos grotesca, al hilo de lo que aparentamos ser y no somos. Hace poco, un ‘usuario’ de Twitter, cuyo perfil describía “Escritor. Dedicado a la filosofía y la reflexión”, se enzarzó conmigo en una extraña cruzada dialéctica. No sé cómo, pero ambos nos ‘followeábamos’ mutuamente, de ahí la posibilidad de lanzarnos a esta batalla vía mensajes privados. No entraré en detalles, pero la cosa estalló cuando le acusé educadamente de haber cometido una falta de ortografía en uno de sus ‘tweets’, algo que me sorprendió mucho cuando se trata de alguien que se las da de “escritor”. Sigo profesando gran respeto a esta profesión, pero es que parece que hoy en día todo el que redacta unas pocas palabras, hale, ya es escritor. Pues no, señores. Nada más lejos de la realidad. En lugar de aceptar su insignificante error, que incluso podría haber pasado por una accidental 'errata', que además yo le reproché amistosamente, el “escritor” me echó en cara que viera la paja en el ojo ajeno. Es posible que en este mismo texto encontréis alguna falta de ortografía, pero yo no me considero “escritora” y, sin embargo, creo que quien presume de serlo tiene, al menos, que cuidar el lenguaje. Soy consciente que en Intenet, y especialmente en Twitter, el espacio y la rapidez favorece la escritura abreviada, mal acentuada e incluso una gramática errónea. Llamadme pretenciosa o quisquillosa (rasgos de cualquier buen ‘frasiano’ que se precie, por otro lado), pero a este “usuario” sólo le pedí que admitiera que existe diferencia entre “scribir xa intrnt” y no saber diferenciar entre “a ver” y “haber”.

jueves, 27 de octubre de 2011

¡Viva la Vida! :)


Madre mía, si no he muerto en esta última hora hablando de “un blog, dos blogs, tres blogs…la vida es un blog que se me escapó (…)”, entonces iré creyendo que soy Inmortal como Christopher Lambert. Aunque menos bizca, sin dominio de la espada y sin Queen de fondo…De momento…

Total, a lo que iba. Estamos de estreno, Señor@s, estrenamos obsesión nueva: nuevo blog, las mismas tres pesadas que ya arrancaran, a principios de año, con el de Undianas. Y este nuevo espacio será multidisciplinar y dará cabida a todo tipo de filias, fobias, obsesiones, frikadas y aspectos algo menos enfermizos tales como: pensamientos, opiniones sobre hechos, noticias, contenidos, personajes, escritores, conciertos, exposiciones, pelis, rincones y todo tipo de expresiones vitales que nos conmuevan, aunque sea un poquitín.

Aquí, como en cada bitácora reflejaremos lo que somos pero, y me atrevo a decir, en éste algo más porque también tendrán su huecos las reflexiones de la vida, sensaciones o emociones evocadas. Así, porque somos guays jaja.

Y, siguiendo con esta teoría yo tengo algo que decir en este espacio en blanco y libre. Hay días en los que uno experimenta todo tipo de sensaciones, un carrusel que dirían los finos. No relataré la jornada de hoy porque además no creo que estéis (permítanme el tuteo) interesados pero, sí diré que “Después de la tormenta siempre llega la calma” que cantaría mi compa de trabajo hoy después de que un grupo de italianos hicieran la digestión fuera de nuestros dominios (trabajo, de momento, en el restaurante y cafetería de un hotel).

Pues sí, después de cierto estrés controlado y de una fase de irritación fina por un cliente sobre el que me ahorro los adjetivos (todos descalificativos) y de que, ciertos asuntos pendientes sigan siéndolo a mi pesar, ha habido dos situaciones que me han arrancado una sonrisa. Y, eso, siempre es de agradecer.

La primera fue a primera hora del día de la mano de un taxista majo que compartió conmigo su buen humor a través de anécdotas de su trabajo. Como la de aquella señora que le hizo hueco a su señor marido en el asiento del copiloto del coche. Bueno, eso sí, un señor marido poco hablador por ir dentro de una urna…Eso sí, con cinturón de seguridad. Ante todo, ¡respeto a la normas de circulación! O también aquella anécdota sobre un empresario árabe y sus idas y venidas con “señoritas de compañía” e invitaciones a cenas, copas y demás señoritas.

Lo mejor no fueron las risas sino el buen rollo, a primerísima hora de la mañana, de un tipo que no conoces de nada.

La otra situación graciosa de la jornada ha sido en plena calle Carretas, enfrente del antiguo Hotel Madrid, ahora okupado. El espíritu periodístico en todo su esplendor me ha invadido cual perfume embriagador cuando un par de colegas de profesión hablaban del asunto con dos señores. “Un periodista, para hacer un reportaje o una entrevista, debería preguntar y hablar con todos y, no sólo con gente de Comunicación”. A punto estuve de aplaudir su sensatez y de meterme de lleno en el tema. Otros asuntos me requerían pero, me ha sido inoculado o reinoculado, con más fuerza que nunca, ese virus curioso, inquieto y reporteril.

Me ha hecho sentirme viva y, eso es un regalo valiosísimo.

Este blog, por lo menos así lo veo yo, pretende transmitir vida y, para ello, estas tres locas somos unas herramientas a disposición de ese magno fin.

Por esto, yo quería compartir con vosotros un trocito de mi vida hoy. Bienvenidos ;)

miércoles, 26 de octubre de 2011

¿De Freud o de Jung?

O lo que es lo mismo, ¿de Frasier o de Niles? No podíamos empezar la andadura de este nuevo blog sin dedicar la primera entrada a 'la causa' de su existencia: 'Frasier'. Y es que siete años después de que dejara de emitirse, esta serie, como el buen vino, sigue inspirando a gente que no pudo disfrutarla en su momento y que ahora la desempolva del baúl de los recuerdos ¿Por qué? Pues porque somos así y se lo merece.

Y también porque una de nuestras blogueras es muy cansina con la serie. Echando en falta calidad argumental que me lleve al cine, es gracias a Isa que conocí a algunos de los personajes mejor dibujados en la historia de las sitcom americanas de humor. De 'Frasier' beben series como 'Friends' o 'The Big Bang Theory'.

Con sus personajes inusuales en un mundo demasiado real, lo que en principio parece una caricatura de aquellos y estos 'pijos y listillos' muchas veces es una parodia de nuestra vida cotidiana, de todo aquello que damos por hecho o de tantas cosas que no sabemos. Eso sí, con un toque sarcástico difícil de encontrar, ya sea por pudor o calidad, fuera de los guiones de turno.


¡Un spin off que merece la pena!


Aunque parezca mentira, 'Frasier' consiguió ser buena a pesar de ser un spin off de otra celebérrima serie de los 80, 'Cheers'. Y sí, entiendo que la palabra spin off produzca sudores fríos, pero ¿qué la diferenció de horrores actuales como 'Mentes Criminales – Conducta sospechosa,' hermana pequeña de 'Mentes Criminales'? Sencillo, 'Frasier' no se limitó a echar de menos a los protagonistas de su 'madre' televisiva. Durante 11 temporadas esta serie consiguió autonomía, argumento propio y un elenco de actores que no tuvo nada que envidiar a 'Cheers'.


El ingenio y avatares de su protagonista, el doctor Frasier Crane -o Kelsey Grammer, tras 20 años interpretando al mismo personaje ya es difícil separarlos-, eran el hilo conductor de esta sitcom donde se rodeaba de su padre, su productora, la fisioterapeuta, el hermano y un perro. Una mezcla perfecta de lo mundano y lo snob juntado en apenas tres decorados, pero mucho ingenio.

Con su 'le escucho', Grammer consiguió el papel de su vida, el de ese psiquiatra radiofónico y remilgado (aunque cada temporada un poco menos) que será el elemento unificador de las vidas de aquellos 'simples mortales' como su padre Martin o su productora Roz, con la suya propia y la de su todavía más remilgado hermano y también psiquiatra, Niles Crane.

Y aquí hay que pararse. Uno de los mayores aciertos de esta serie es David Hyde Pierce dando vida al hermano pequeño, envidioso, cansino y encantador Niles. Sin él, que llegó de chiripa, la serie hubiese sido buena, pero con él la serie pasa a ser excelente. Tanto, que a largo de la trama pasa de ser un gran secundario a comer el papel de Frasier, ¡muy listos los guionistas!

No quiero adelantar nada de la serie. Sólo les diré que si su calidad se midiese como el buen vino, 'Frasier', 'Cheers' y otras como 'El ala oeste de la Casa Blanca' han conseguido la difícil etiqueta de añejos sin pasar de moda. Así que, preparen un buen café, pónganse cómodos y echen unas risas, me lo agradecerán.