jueves, 17 de noviembre de 2011

Los camareros también lloran


A veces los post son como ladrones de entidades bancarias que te abordan por detrás y de improvisto, enmascarados y armados, aunque no con la intención de llevarse la pasta, tu pasta, sino provocando que levantes las manos, dejes lo que estuvieras haciendo en ese momento y, únicamente, les prestes atención a ellos. ¡Egoístas! Jaja.



Este post es como un bandolero y me ha atacado cuando menos lo esperaba, para recordarme que tengo que cumplir con mis quehaceres bloggerísticos y, dar fe de un hecho, anecdótico, que aconteció esta mañana. Resulta que una servidora estaba en una cafetería céntrica, avituallándose para continuar la jornada con energía, cuando sucedió algo. La camarera que se ocupaba de atender las mesas que iban llenándose con alegría (mientras el encargado hacía lo mismo con la barra) y, a la que miraba a ratos, furtivamente, porque siempre es útil aprender de tus colegas truquitos, de repente, comenzó a llorar.

Desconozco realmente las razones de su llanto pero, al ver la secuencia entera, incluso los previos del momento, todo parece apuntar a una descarga de estrés. Fue un momento, un instante, en el que su cara a punto de desencajarse del todo ante, seguramente, el desbordamiento de clientes, se reflejó en los espejos del fondo del local.


Por un momento sentí como si ambas compartiéramos un secreto y hubiéramos jurado no revelarlo nunca. Sí, suena a flipada, lo sé pero, lo digo porque nadie más se dio cuenta ya que enseguida la joven se recompuso y, también, porque es una sensación que he experimentado en ocasiones, en el no siempre aguantable puesto de cara al público, ya sea delante o detrás de una barra.


Alguna que otra vez me sigue sucediendo y, también, influye el que sea un día regular ya de por sí pero, pasar por esos momentos, se resuelvan cómo se resuelvan, curte. Crean músculo. Aportan experiencia, en una palabra. Esta chica siguió poniendo cafés, posiblemente estresada pero, seguro que a la salida de su turno pudo respirar aún mejor por haber salido, también, indemne del envite.


Como también le sucedió a aquella (ya mítica) camarera del Nervosa cuando tuvo que aguantar a un Frasier delicadito y quisquilloso, durante un capítulo entero (el último de la primera temporada, el grandioso “Un café con Niles”), con su Zimbabwe descafeinado, con leche desnatada y sin canela a la vista.
Y es que, sí, hemos comprobado que los camareros tienen problemas y, ¡hasta sienten y padecen! Algo en lo que parecemos nunca caer.


Contenta por el hallazgo, me he ganado un Cafecito Vienés con su cremita jiji :)

lunes, 14 de noviembre de 2011

Por París y de la mano del mejor Allen

¿Qué pensarías cuando ves en cartelera a Owen Wilson -sí, el mismo de esa bodrio que es 'Noche en el museo'- en una película dirigida por un Allen que no está(ba) en sus mejores momentos creativos -véase la horrible 'Vicky Cristina Barcelona' o la insípida 'Conocerás al hombre de tus sueños'? Pues sí, que prefiero tirar por el balcón los ocho euros de la entrada antes que perder una tarde en el cine en esta compañía es la idea preconcebida con la que me enfrenté cual gata panza arriba a 'Midnight in Paris'.

Y como suele suceder con las opiniones prefijadas, admito aquí y ahora que he vuelto a recuperar la fe en Allen e, incluso, hasta ya veo más atractivo a Wilson.

'Midnight in Paris' nos devuelve al Allen que se había perdido en los últimos años. Ese Allen fresco, atrevido, conmovedor y divertido sin ser pedante. Y todo ello de forma sencilla. En esta cinta, que mañana sale a la venta para delicia de cinéfilos caseros, nos encontramos los 'antagonistas' de tintines rebuscados, avatares azules, superhéroes varios y a cada cual más fúnebre.

Dando a los espectadores un respiro a tanto poderío tecnológico, Allen nos da una vuelta aparentemente sencilla y muy vitalista al París de los años 20, ofreciéndonos además interpretaciones y cameos de esos que te ponen la piel de gallina. Es en esta cinta donde Owen se reivindica como actor y no como mero bufón y donde podemos ver a una Marion Cotillard tan femenina, risueña y fantástica que hasta a mí me dan ganas de plantarle un beso.

Por su todo esto fuera poco, ahí tenemos a los verdaderos 'héroes' de la cultura. Corey Stoll en la piel -y verborrea- de Hemingway, a Tom Hiddleston como el perfecto Scott Fitzgerald o a Adrien Brody como el doble de un Salvador Dalí con el que protagoniza uno de los momentos más divertidos del film, son sólo algunos de los personajes que conforman la galería interminable de unos intelectuales que con sus obras ya forman parte del imaginario de todos nosotros. Y todo ello por las calles de París, por sus librerías, música y cafés, sus luces y su lluvia... Todo un placer visual y mental.

martes, 8 de noviembre de 2011

"Póngame un..."

Leí hace días un texto del siempre genial David Gistau en el suplemento “EM2” de “El Mundo”. Recuperé el periódico de la cocina que, en mi caso, es como aludir al patíbulo para diarios, revistas y demás papeles al llamarme la atención el textito. Aludía a un bar regentado por un japonés con aspecto venerable que maneja la coctelera al mismo tiempo que te saca una bandeja de Sushi de la cocina.

Shuzo Mitsubayashi, que es como se llama el buen señor, echa mano de cualquiera de sus 39 marcas de Ginebra para realizar Gin-tonic clásicos con su limón o lima así como más innovadores con uvas o frambuesa para ese toque final. Me llamó la atención porque hablaba de cócteles y combinados, eso a primera vista. Leyendo el artículo hubo una reflexión final interesante. “(…) Aquello en lo que siempre consistió bajar al bar: buen trago que no hace falta ni pedir porque nos conocen, sentido de pertenencia y la certeza de que, aún yendo sólo, habrá alguien con quien retomar una conversación”.

Albert Espinosa, director (entre otras de “Planta Cuarta”), guionista o colaborador de “El Periódico de Catalunya” (y todo siendo ingeniero industrial) publicó un libro llamado “El Mundo amarillo” que está siendo un éxito de ventas y del que hablaré en próximas fechas. En él aconseja, como previamente hizo su oncólogo, que planteara cualquier duda y elaborara cualquier reflexión.

En concreto, el propio Espinosa piensa que lo óptimo es hacer/hacerse 5 buenas preguntas al día. Yo, de momento, hoy sólo tengo una y está relacionada con aquello que mencionaba Gistau. El papel de un Barman/Barwoman.

Señores y señoras pacientes en muchos casos que aguantan cambios de humor de clientes, altanerías, deseos de cosas imposibles que cantarían los de La Oreja de Van Gogh, problemas con el cambio jaja. Con horarios flexibles ante la exigencia de clientes a los que prefieren atender, quién sabe si para ganarlos como fieles en el futuro pero, seguro que, para agradarlos en el presente. Por esa vocación, en el fondo, de servicio, de atender, de intentar que quién pida un café, un refresco, una cerveza o un combinado quede satisfecho.

En algunos casos los Barmen se lo toman muy al pie de la letra esto último, como Tom Cruise con las clientas a las que seducía gracias a su talento con la coctelera y el movimiento de manos (mal pensados) detrás de la barra de la peli “Cocktail”. Vocación de servicio, lo que yo diga. En este video puede verse a Cruise y su jefe en plena faena, dándole vida al bar repleto: http://www.youtube.com/watch?v=5YbjzztYbUo


“Le solté al barman mil de propina” reza el Peor para el Sol de Sabina. Otros camareros que dejan satisfechos a clientes y lo ven revertido en compensación económica. No es lo habitual. Ahora me quito la máscara cual Zorro y desvelo que a lo largo de estas líneas también ha hablado mi corta experiencia detrás de una barra y, en general, en el sector hostelero. Pero, es justo que mencione, también, los buenos momentos que te da un cliente que está al otro lado de la barra. Las conversaciones más nimias que derivan en lo más trascendente, el buen humor y paciencia que, a veces, tienen ellos con los que servimos.


El placer de una buena charla y, el poder ayudar, a veces simplemente por el hecho de darla. “…Y la certeza de que, aún yendo sólo, habrá alguien con quien retomar una conversación” que decía Gistau. El hecho de que habrá alguien al otro lado.
Al final, la figura del barman es necesaria, desde cualquier punto de vista. Y, qué gusto da acudir al lugar en el que Everybody knows your name (8) ;).

lunes, 7 de noviembre de 2011

Tchaikovsky

En 1893 moría el compositor ruso Pyotr Ilyich Tchaikovsky. Por ello, y para no enrollarme como lo suelo hacer habitualmente, os dejo unos vídeos que hablan por sí solos. Disfruten:







viernes, 4 de noviembre de 2011

La emoción de la historia

- ¿Usted ve algo?
- Sí, ¡cosas maravillosas!

Hoy voy a hacer una confesión: como si estuviese en medio de una trama surrealista a lo David Safier en su último libro 'Yo, mi, me... conmigo' (ya hablaremos de él en próximos post) me encantaría cerrar en estos momentos los ojos y trasladarme justo a un 4 de noviembre... pero de 1922 y en Egipto.

Y es que tal día como hoy de hace 89 años, sin látigo y posiblemente sin un sombrero Fedora, Howard Carter hacía el que quizá sea el mayor descubrimiento en la historia de la egiptología: la tumba de Tut-anj-Atón (Tutankamón para los amigos). En aquel momento, Carter era un arqueólogo pobre que dilapidaba su última oportunidad de seguir excavando en el Valle de los Reyes cuando, ya que estaba y seguramente sin muy buenos modales, decidió derribar las cabañas de sus obreros y comenzar a excavar.

Bajo aquellos cimientos, el británico encontró la primera escalera de una tumba que parecía intacta. Tras mucho trabajo, con una antorcha y por un estrecho pasillo, Carter pronunciaría las palabras con que comienzo este post: había descubierto la que hasta día de hoy puede ser la tumba y tesoros mejor conservados de los faraones egipcios -aunque sí, el joven faraón tampoco se libró del expolio de los saqueadores-.

Amigos, ¿quién no ha soñado con ser arqueólogo? Yo siempre he querido ser periodista, pero muchos de los héroes que de vez en cuando se asoman con sus batallas a mi mente y desbordaban mi imaginación en la infancia se han dedicado en algún momento a soplar el polvillo de viejos tesoros y vivir mil una aventuras.

Si entre los arqueólogos de ficción el rey es Indiana Jones -cuya primera película, 'En busca del arca perdida', cumplió este año 30 años- la vida y dilemas de los de carne y hueso no quedan atrás. De ahí mi homenaje a estos hombres gracias a los cuales mi madre me echará de casa por acumular sus libros y los de sus descubrimientos.

Al hablar de arqueólogos ilustres, no crean que Carter y la famosa -y falsa- maldición, es el único fascinante. Ahí está por ejemplo Heinrich Schliemann, un viajero-arqueólogo sin formación aparente cuyo sueño era encontrar la mítica Troya dejándose guiar sólo por la ayuda de Homero. Tras trabajar como grumete a comerciante y pasear por América del Norte, San Petersburgo, Egipto, Palestina, Siria y Grecia, este alemán decidió dar portazo a todo con 46 años y volver a sus sueños de niño. Y la encontró. Guiado por un libro al que todo el mundo consideraba una brillante ficción, Schliemann consiguió hacerla real y devolver a Troya a los libros de Historia.

Pero si hablamos de arqueólogos, no podemos olvidar al 'padre' de la arqueología moderna: sir Leonard Woolley. Después de varios años investigando por los poco polvorientos pasillos del Museo Ashmolean de Londres, Woolley decidió que ya era hora de dedicarse al temido y sorprendente 'trabajo de campo'. Tras varios años por tierras orientales, su fama la encontraría en Iraq, cuando descubrió los antiguos restos de la ciudad sumeria de Ur y las primeras evidencias geológicas del diluvio plasmado en Gilgamesh, la narración escrita más antigua de la Historia, y que recoge en una de sus tablillas un diluvio muy parecido al que recoge la Biblia.

Pero antes de su paso por la actual Iraq, Woolley compartió algo parecido a una casa en Siria con una persona cuya vida es lo más parecido a la figura del héroe arqueólogo-aventurero-guerrero de las películas: Thomas Edward Lawrence, también conocido como Lawrence de Arabia.

Lawrence no se merece un post, sino un blog entero. Pero antes de que esta aseveración produzca arritmias en mis compañeras de blog, sólo amenazo con un post dedicado en exclusiva a él. Porque se lo merece. Historiador de carrera, el carácter introspectivo, sagaz, inteligente y aventurero le llevó a recorrer Francia en bicicleta para su tesis sobre los castillos de los cruzados (la cual terminaría con matrícula de honor, olé qué listo). Después, se marchó a Siria donde trabajaría con Woolley en los yacimientos hititas de Karkemish. El dominio necesario de las lenguas de toda la parte de Oriente Medio le llevó a ser captado por el servicio secreto británico durante la Primera Guerra Mundial.

A partir de entonces, empieza el Lawrence guerrero, con sus momentos de gloria y su tragedia. Sería en el desierto -ahora jordano- de Wadi Rum donde pondría a prueba las teorías de Clausewitz y donde lograría sus mayores gestas, haciéndole sentir casi inmortal. Y sería en Siria donde descubriría amargamente que de inmortal poco. Durante toda la campaña se debatió entre el deber a la patria y el amor a unos desconocidos a los que servía y que le servían.

Y ello, antes que el dolor físico, quizá fue su verdadera tragedia: él prometió la libertad a los árabes que allí luchaban, pero muchos le consideraron un traidor cuando el pastel de Oriente se lo repartieron entre Francia y Gran Bretaña ¿Lawrence estaba al tanto de ello? Lo más probable es que sí, pero poco se le puede achacar, luchó con los árabes para darles lo prometido esperando poder ganar también la batalla de la diplomacia. No lo consiguió, pero aquellos que lucharon con él, los beduinos de los desiertos, siguen recordándolo con su cara esculpida en lo que fuera su base en Wadi Rum.

domingo, 30 de octubre de 2011

¿Secretos inconfesables?

Llega el momento de la explicación, algo más o menos así: "Bueno.... sí, me gusta... -bajo, casi un cuchicheo, una confesión-...., ¿vienes conmigo?", cara rara de mi oyente y mirada suspicaz, quizá buscando la marca que delate que debajo de mis 27 años cumplidos esconda, cual Berlusconi pero en Vallecas, la marca que delate mis, según veo que empieza a pensar, 89 años o más.

Esta situación solía producirse -afortunadamente mis dos compañeras de blog tienen gustos parecidos a los míos- cuando intentaba que alguien que no sea de este reducido grupo me acompañara a escuchar música clásica. Todavía me sigue pasando en cuanto intento ampliar el círculo y es que, ¡ay, Fernando Argenta!, me da que tus intenciones, aunque buenas, no terminaron de cuajar.

Sin embargo, y a pesar de topicazos tipo 'la música clásica es para viejos' o el que hace poco me dijeron: 'para que vas a escuchar 'eso', teniendo a Coldplay por España', -amigos, también me gustan los Rolling Stones o U2, no hay que excluir ningún estilo de música- hoy vamos desde este humilde espacio a quitarnos los miedos hacia los clásicos, porque ¿quién no ha taradeado más de una vez a Mozart, Beethoven o Tchaikovsky?

Paso uno: fuera tópicos. Que no, que no es cosa de viejos, los clásicos son para todas las edades y con poquito que te guste el cine o las series de televisión verás que no son tan 'extraños' como te piensas [pinche en las imágenes para ver los vídeos].

Paso dos: manos a la obra. Lo mejor es empezar por lo seguro, así que vamos con el cine. En la película 'Recuerdos', Woody Allen aseguraba que: "No sé mucho sobre música clásica. Durante años pensé que las Variaciones de Goldberg eran algo que el Sr. y la Sra. Goldberg intentaron en su noche de bodas". Sin embargo, con sólo escuchar la escena en la que Hannibal Lecter se escapa en 'El silencio de los corderos', podremos evitar las lagunas de Allen.

No sabemos cómo le sentaría, pero desde luego parece que Bach es el rey entre los malvados del cine. Así que ya saben, si quieren meterse en el pellejo de Hannibal Lecter o disfrazarse el 1 de noviembre de los malvados por excelencia de la Historia, los nazis -como cuando tocan Suite inglesa nº 2 en 'La lista de Schindler'-, no se olviden hacerse escuchar con esta música:

Y si prefieren algo más psicodélico, Beethoven es el autor más solicitado por los chicos de 'La naranja mecánica'... Bueno él y el dar palizas a la gente:


Pero no se crean. Los 'buenos' también son unos aficionados a la buena música. Y es que ¿qué mujer se resistiría a los embrujos de 'Los cuentos de Hoffmann' de Offenbach? La banda sonora de la historia de amor entre Guido y Dora en 'La vida es bella'. Pero no es la única. ¿A quién no le gustaría que Robert Redford le lavase en cabello en plena sabana? En 'Memorias de África', junto con la bucólica banda sonora de John Barry, Pollack puso en el gramófono del 'rubio de oro' a Mozart y, de ambos, se quedó prendada Meryl Streep -te entendemos querida-. Y luego también existe el amor a la profesión, ese que culmina por ejemplo, no sin dificultades, el actual 'Tintín' y para muchos de nosotros el eterno 'Billy Elliot'.



Tercer paso. Sólo queda disfrutar en directo de un buen concierto en directo. ¡¡Buen café y mejor música!!

viernes, 28 de octubre de 2011

Autor, Autor

Cuando uno surca el mundo virtual se expone a varios riesgos. Uno de ellos es que en la red todos podemos enmascararnos tras el anonimato y convertirnos en quien queramos ser. Ese incógnito en el ciberespacio nos identifica a todos. Por primera vez en la historia existe una esfera social donde la Igualdad se alcanza de pleno (siempre que se tenga acceso libre a Internet, que esa es otra cuestión).

Con esto no quiero decir que al navegar por el ciberespacio estemos predispuestos a la simulación. Simplemente, resulta muy fácil ‘inflar’ nuestro currículum, ‘adornar’ nuestros perfiles con destrezas que no son tales o, sencillamente, ‘omitir’ nuestros defectos.

Frasier y Niles, 'enmascarados'
en el episodio 10 de la Temporada 11
Dicho lo cual, me gustaría compartir una experiencia cuanto menos grotesca, al hilo de lo que aparentamos ser y no somos. Hace poco, un ‘usuario’ de Twitter, cuyo perfil describía “Escritor. Dedicado a la filosofía y la reflexión”, se enzarzó conmigo en una extraña cruzada dialéctica. No sé cómo, pero ambos nos ‘followeábamos’ mutuamente, de ahí la posibilidad de lanzarnos a esta batalla vía mensajes privados. No entraré en detalles, pero la cosa estalló cuando le acusé educadamente de haber cometido una falta de ortografía en uno de sus ‘tweets’, algo que me sorprendió mucho cuando se trata de alguien que se las da de “escritor”. Sigo profesando gran respeto a esta profesión, pero es que parece que hoy en día todo el que redacta unas pocas palabras, hale, ya es escritor. Pues no, señores. Nada más lejos de la realidad. En lugar de aceptar su insignificante error, que incluso podría haber pasado por una accidental 'errata', que además yo le reproché amistosamente, el “escritor” me echó en cara que viera la paja en el ojo ajeno. Es posible que en este mismo texto encontréis alguna falta de ortografía, pero yo no me considero “escritora” y, sin embargo, creo que quien presume de serlo tiene, al menos, que cuidar el lenguaje. Soy consciente que en Intenet, y especialmente en Twitter, el espacio y la rapidez favorece la escritura abreviada, mal acentuada e incluso una gramática errónea. Llamadme pretenciosa o quisquillosa (rasgos de cualquier buen ‘frasiano’ que se precie, por otro lado), pero a este “usuario” sólo le pedí que admitiera que existe diferencia entre “scribir xa intrnt” y no saber diferenciar entre “a ver” y “haber”.

jueves, 27 de octubre de 2011

¡Viva la Vida! :)


Madre mía, si no he muerto en esta última hora hablando de “un blog, dos blogs, tres blogs…la vida es un blog que se me escapó (…)”, entonces iré creyendo que soy Inmortal como Christopher Lambert. Aunque menos bizca, sin dominio de la espada y sin Queen de fondo…De momento…

Total, a lo que iba. Estamos de estreno, Señor@s, estrenamos obsesión nueva: nuevo blog, las mismas tres pesadas que ya arrancaran, a principios de año, con el de Undianas. Y este nuevo espacio será multidisciplinar y dará cabida a todo tipo de filias, fobias, obsesiones, frikadas y aspectos algo menos enfermizos tales como: pensamientos, opiniones sobre hechos, noticias, contenidos, personajes, escritores, conciertos, exposiciones, pelis, rincones y todo tipo de expresiones vitales que nos conmuevan, aunque sea un poquitín.

Aquí, como en cada bitácora reflejaremos lo que somos pero, y me atrevo a decir, en éste algo más porque también tendrán su huecos las reflexiones de la vida, sensaciones o emociones evocadas. Así, porque somos guays jaja.

Y, siguiendo con esta teoría yo tengo algo que decir en este espacio en blanco y libre. Hay días en los que uno experimenta todo tipo de sensaciones, un carrusel que dirían los finos. No relataré la jornada de hoy porque además no creo que estéis (permítanme el tuteo) interesados pero, sí diré que “Después de la tormenta siempre llega la calma” que cantaría mi compa de trabajo hoy después de que un grupo de italianos hicieran la digestión fuera de nuestros dominios (trabajo, de momento, en el restaurante y cafetería de un hotel).

Pues sí, después de cierto estrés controlado y de una fase de irritación fina por un cliente sobre el que me ahorro los adjetivos (todos descalificativos) y de que, ciertos asuntos pendientes sigan siéndolo a mi pesar, ha habido dos situaciones que me han arrancado una sonrisa. Y, eso, siempre es de agradecer.

La primera fue a primera hora del día de la mano de un taxista majo que compartió conmigo su buen humor a través de anécdotas de su trabajo. Como la de aquella señora que le hizo hueco a su señor marido en el asiento del copiloto del coche. Bueno, eso sí, un señor marido poco hablador por ir dentro de una urna…Eso sí, con cinturón de seguridad. Ante todo, ¡respeto a la normas de circulación! O también aquella anécdota sobre un empresario árabe y sus idas y venidas con “señoritas de compañía” e invitaciones a cenas, copas y demás señoritas.

Lo mejor no fueron las risas sino el buen rollo, a primerísima hora de la mañana, de un tipo que no conoces de nada.

La otra situación graciosa de la jornada ha sido en plena calle Carretas, enfrente del antiguo Hotel Madrid, ahora okupado. El espíritu periodístico en todo su esplendor me ha invadido cual perfume embriagador cuando un par de colegas de profesión hablaban del asunto con dos señores. “Un periodista, para hacer un reportaje o una entrevista, debería preguntar y hablar con todos y, no sólo con gente de Comunicación”. A punto estuve de aplaudir su sensatez y de meterme de lleno en el tema. Otros asuntos me requerían pero, me ha sido inoculado o reinoculado, con más fuerza que nunca, ese virus curioso, inquieto y reporteril.

Me ha hecho sentirme viva y, eso es un regalo valiosísimo.

Este blog, por lo menos así lo veo yo, pretende transmitir vida y, para ello, estas tres locas somos unas herramientas a disposición de ese magno fin.

Por esto, yo quería compartir con vosotros un trocito de mi vida hoy. Bienvenidos ;)

miércoles, 26 de octubre de 2011

¿De Freud o de Jung?

O lo que es lo mismo, ¿de Frasier o de Niles? No podíamos empezar la andadura de este nuevo blog sin dedicar la primera entrada a 'la causa' de su existencia: 'Frasier'. Y es que siete años después de que dejara de emitirse, esta serie, como el buen vino, sigue inspirando a gente que no pudo disfrutarla en su momento y que ahora la desempolva del baúl de los recuerdos ¿Por qué? Pues porque somos así y se lo merece.

Y también porque una de nuestras blogueras es muy cansina con la serie. Echando en falta calidad argumental que me lleve al cine, es gracias a Isa que conocí a algunos de los personajes mejor dibujados en la historia de las sitcom americanas de humor. De 'Frasier' beben series como 'Friends' o 'The Big Bang Theory'.

Con sus personajes inusuales en un mundo demasiado real, lo que en principio parece una caricatura de aquellos y estos 'pijos y listillos' muchas veces es una parodia de nuestra vida cotidiana, de todo aquello que damos por hecho o de tantas cosas que no sabemos. Eso sí, con un toque sarcástico difícil de encontrar, ya sea por pudor o calidad, fuera de los guiones de turno.


¡Un spin off que merece la pena!


Aunque parezca mentira, 'Frasier' consiguió ser buena a pesar de ser un spin off de otra celebérrima serie de los 80, 'Cheers'. Y sí, entiendo que la palabra spin off produzca sudores fríos, pero ¿qué la diferenció de horrores actuales como 'Mentes Criminales – Conducta sospechosa,' hermana pequeña de 'Mentes Criminales'? Sencillo, 'Frasier' no se limitó a echar de menos a los protagonistas de su 'madre' televisiva. Durante 11 temporadas esta serie consiguió autonomía, argumento propio y un elenco de actores que no tuvo nada que envidiar a 'Cheers'.


El ingenio y avatares de su protagonista, el doctor Frasier Crane -o Kelsey Grammer, tras 20 años interpretando al mismo personaje ya es difícil separarlos-, eran el hilo conductor de esta sitcom donde se rodeaba de su padre, su productora, la fisioterapeuta, el hermano y un perro. Una mezcla perfecta de lo mundano y lo snob juntado en apenas tres decorados, pero mucho ingenio.

Con su 'le escucho', Grammer consiguió el papel de su vida, el de ese psiquiatra radiofónico y remilgado (aunque cada temporada un poco menos) que será el elemento unificador de las vidas de aquellos 'simples mortales' como su padre Martin o su productora Roz, con la suya propia y la de su todavía más remilgado hermano y también psiquiatra, Niles Crane.

Y aquí hay que pararse. Uno de los mayores aciertos de esta serie es David Hyde Pierce dando vida al hermano pequeño, envidioso, cansino y encantador Niles. Sin él, que llegó de chiripa, la serie hubiese sido buena, pero con él la serie pasa a ser excelente. Tanto, que a largo de la trama pasa de ser un gran secundario a comer el papel de Frasier, ¡muy listos los guionistas!

No quiero adelantar nada de la serie. Sólo les diré que si su calidad se midiese como el buen vino, 'Frasier', 'Cheers' y otras como 'El ala oeste de la Casa Blanca' han conseguido la difícil etiqueta de añejos sin pasar de moda. Así que, preparen un buen café, pónganse cómodos y echen unas risas, me lo agradecerán.