martes, 8 de noviembre de 2011

"Póngame un..."

Leí hace días un texto del siempre genial David Gistau en el suplemento “EM2” de “El Mundo”. Recuperé el periódico de la cocina que, en mi caso, es como aludir al patíbulo para diarios, revistas y demás papeles al llamarme la atención el textito. Aludía a un bar regentado por un japonés con aspecto venerable que maneja la coctelera al mismo tiempo que te saca una bandeja de Sushi de la cocina.

Shuzo Mitsubayashi, que es como se llama el buen señor, echa mano de cualquiera de sus 39 marcas de Ginebra para realizar Gin-tonic clásicos con su limón o lima así como más innovadores con uvas o frambuesa para ese toque final. Me llamó la atención porque hablaba de cócteles y combinados, eso a primera vista. Leyendo el artículo hubo una reflexión final interesante. “(…) Aquello en lo que siempre consistió bajar al bar: buen trago que no hace falta ni pedir porque nos conocen, sentido de pertenencia y la certeza de que, aún yendo sólo, habrá alguien con quien retomar una conversación”.

Albert Espinosa, director (entre otras de “Planta Cuarta”), guionista o colaborador de “El Periódico de Catalunya” (y todo siendo ingeniero industrial) publicó un libro llamado “El Mundo amarillo” que está siendo un éxito de ventas y del que hablaré en próximas fechas. En él aconseja, como previamente hizo su oncólogo, que planteara cualquier duda y elaborara cualquier reflexión.

En concreto, el propio Espinosa piensa que lo óptimo es hacer/hacerse 5 buenas preguntas al día. Yo, de momento, hoy sólo tengo una y está relacionada con aquello que mencionaba Gistau. El papel de un Barman/Barwoman.

Señores y señoras pacientes en muchos casos que aguantan cambios de humor de clientes, altanerías, deseos de cosas imposibles que cantarían los de La Oreja de Van Gogh, problemas con el cambio jaja. Con horarios flexibles ante la exigencia de clientes a los que prefieren atender, quién sabe si para ganarlos como fieles en el futuro pero, seguro que, para agradarlos en el presente. Por esa vocación, en el fondo, de servicio, de atender, de intentar que quién pida un café, un refresco, una cerveza o un combinado quede satisfecho.

En algunos casos los Barmen se lo toman muy al pie de la letra esto último, como Tom Cruise con las clientas a las que seducía gracias a su talento con la coctelera y el movimiento de manos (mal pensados) detrás de la barra de la peli “Cocktail”. Vocación de servicio, lo que yo diga. En este video puede verse a Cruise y su jefe en plena faena, dándole vida al bar repleto: http://www.youtube.com/watch?v=5YbjzztYbUo


“Le solté al barman mil de propina” reza el Peor para el Sol de Sabina. Otros camareros que dejan satisfechos a clientes y lo ven revertido en compensación económica. No es lo habitual. Ahora me quito la máscara cual Zorro y desvelo que a lo largo de estas líneas también ha hablado mi corta experiencia detrás de una barra y, en general, en el sector hostelero. Pero, es justo que mencione, también, los buenos momentos que te da un cliente que está al otro lado de la barra. Las conversaciones más nimias que derivan en lo más trascendente, el buen humor y paciencia que, a veces, tienen ellos con los que servimos.


El placer de una buena charla y, el poder ayudar, a veces simplemente por el hecho de darla. “…Y la certeza de que, aún yendo sólo, habrá alguien con quien retomar una conversación” que decía Gistau. El hecho de que habrá alguien al otro lado.
Al final, la figura del barman es necesaria, desde cualquier punto de vista. Y, qué gusto da acudir al lugar en el que Everybody knows your name (8) ;).

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